«Pienso que uno de los problemas más fuertes es la adicción a las drogas y al alcohol. También, creo que lo peor que le puede pasar a alguien es vivir en la calle», comenta Jefferson, quien conoce de primera mano lo que significa sufrir la carencia de un hogar. Cuando era niño, vendía pescado en una ciudad costera del Ecuador y, junto a su hermano, dormía en las calles. Actualmente, es parte del proceso de acogida y formación que brinda el Proyecto Salesiano en Ecuador. «Me siento bien aquí, porque estoy estudiando, soy parte del taller de sublimación y eso me gusta mucho, juego futbol con mis compañeros y, también, participo de los grupos organizados». Así como él, miles de adolescentes y jóvenes fortalecen sus procesos políticos, organizativos, culturales y sociales (dentro y fuera de sus contextos) en las más de 500 obras, programas y servicios sociales que ofrecen los salesianos en América.

Las complejas realidades sociales de la región, como el hambre, la pobreza, las crisis políticas y económicas, la corrupción, la trata de personas, la delincuencia, las drogas, la contaminación ambiental y la violencia, no son ajenas para la juventud; especialmente, para quienes han vivido situaciones de vulnerabilidad social. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, «en América Latina y el Caribe, habitan más de 165 millones de adolescentes y jóvenes, lo que representa a 1 de cada 4 personas. El 20% de las y los jóvenes temen por su situación educacional ligado a un aumento en la desvinculación educativa a raíz de la pandemia, retrasando sus posibilidades de desarrollo, y 1 de cada 3 adolescentes y jóvenes de la región enfrentan escasez de alimentos, lo que se acentúa aún más en jóvenes indígenas y jóvenes con discapacidad». A partir del 2020, alrededor de 3,5 millones de estudiantes han quedado fuera del sistema educativo y el desempleo juvenil, en el tercer trimestre del 2021, ha alcanzado una tasa del 21,4 %, uno de los niveles más altos desde que se tiene registro (OIT, 2021).

Es común que, cuando hablamos de cambio o desarrollo social, los únicos responsables que se nos vienen a la mente son las entidades de gobierno o las organizaciones internacionales. Sin embargo, también es necesaria la implicación de la sociedad civil y de sus diversos actores, especialmente, de la juventud. Según la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja, la juventud puede ser una fuerza poderosa para el cambio y liderar a sus pares y comunidades para abordar los problemas sociales. Por su parte, la comunidad digital de UNICEF, “La Juventud Opina” afirma que, en esta última década, los y las jóvenes han demostrado la importancia de sus opiniones y la necesidad de incluirlas en los procesos de toma de decisiones, es por ello que 200.000 de ellos se unieron a las consultas para preparar el Plan Estratégico de UNICEF 2022-2025, ya que, «para construir un mundo mejor para los jóvenes,  se debe comenzar por escuchar a los jóvenes».

La construcción de sociedades pacíficas, justas y de participación inclusiva es una tarea que se realiza en conjunto. La UNESCO y Fundación SM, en su informe “Reimaginar Juntos Nuestros Futuros”, afirman que «en la última década, se ha producido un florecimiento de la participación ciudadana y del activismo (…) que desafía la discriminación y la injusticia en todo el mundo». La movilización y el activismo de la juventud están cada vez más presentes en muchos ámbitos, como movimientos ecológicos o grupos defensores de los derechos humanos básicos, evidenciando sus capacidades de resiliencia y de hacer entrever nuevos panoramas sociales.

Como obras sociales salesianas, tenemos la misión de impulsar, a las y los jóvenes líderes, a posicionarse en la sociedad con acciones creativas, optimismo e ímpetu para sumar y multiplicar acciones con impacto positivo y transformar realidades, inspirando a personas del entorno donde se encuentran: familia, círculo de amigos y amigas, trabajo, escuela, etc. Partiendo de la reflexión y el análisis, nos urge actuar frente a las desigualdades sociales e implicarnos para lograr cambios, pero, sobre todo,  fomentar en la juventud la actitud propositiva de ser “agentes de cambio” en su propia vida y en la sociedad de la que son parte, empezando con pasos concretos, como la construcción de un proyecto de vida: “en diez años me veo como un profesional en Ingeniería Electrónica, desarrollando un producto innovador que tenga impacto positivo en la sociedad. Además, me veo como un bienhechor de la Casa Don Bosco”, reflexiona Roberto, de 17 años, quien vive desde hace siete años en la Casa de Acogida Don Bosco en Arequipa, Perú.

Fuentes:

Panorama Laboral 2021, Organización Internacional del Trabajo, 2022.

Principales datos y estadísticas sobre juventud en ALC 2021- 2022, Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2020.

Reimaginar juntos nuestros futuros, UNESCO y Fundación SM, 2022.

La Juventud Opina, UNICEF, 2022.